EL ÉXODO, CAMINO DE LIBERACIÓN Y RECONCILIACIÓN
Objetivo.
Anunciar que Cristo está donde el hombre es auténticamente liberado de los
ídolos y poderes que le asedian y esclavizan, para estar en camino, en
situación personal de éxodo.
Proclamar a
Cristo en el auténtico proceso salvífico de liberación integral de los hombres.
La acción liberadora de Cristo es incompatible con la actitud de quienes se
resisten a la acción del Espíritu Santo, que les mueve constantemente a la
conversión y a la renovación.
Un nuevo
sentimiento: nacido para la libertad. "Quiero ser libre." Todo hombre por haber nacido, su vida está orientada hacia la
Libertad. Es un don de Dios y es, a la vez, una conquista. Don y tarea. Un
anhelo, un llamado y una respuesta. Hay dificultades interiores y exteriores
que tienen que aceptarse como retos y desafíos que se tiene que superar para
poder crecer y madurar como personas.
Dejar los “infantilismos” es una condición, salir fuera de sí para ponerse en
camino de éxodo, e ir dejando todo lo que haga daño, lo que estorba para ser lo
que sede hacer, una persona plena fértil, fecunda y fructífera, ese es el
objeto de la libertad, hacerse persona pensante y con decisiones iluminadas por
la verdad, el amor y la justicia. El hombre libre no es copia de otros, ni es
títere de una sociedad líquida y consumista. El hombre libre es responsable de
sus pensamientos, de sus palabras, de sus obras, de sí mismo y de los demás. Si
no es responsable, no es libre y tampoco es solidario. Es un ser que no está
hecho, sino en camino de hacerse. “se levanta, sale fuera y se pone en camino
de éxodo hacia la Libertad humana y cristiana.
Libertad,
dimensión interior de uno mismo. Puedo ser libre y
pudo ser esclavo. Es una dimensión interior, es decisión personal:
Seremos verdaderamente libres no cuando nuestros días carezcan de alguna
zozobra y nuestras noches de algún desvelo y alguna congoja, sino más bien
cuando estas cosas nos asedien por todas partes y nos sobrepongamos a ellas,
sin ataduras. Sin ataduras... Pero ¿qué cosas atan verdaderamente al hombre?
¿Dónde están esos poderes? ¿Cuáles son esos ídolos? Esos poderes pueden estar
dentro y fuera del hombre. Dice la Escritura que son las mismas realidades
creadas las que esclavizan al hombre, cuando éste deja a un lado los caminos de
Dios: el dinero (Mt 6, 24), el poder (Mc 10, 41 ss; Ap. 13, 8), el placer, la
envidia y el odio (Rm 6, 19; Tt 3, 3) e incluso la observancia puramente
material de una ley (Ga 4, 8ss) y, también, el miedo a la muerte (Hb 2,14-15),
a la que el hombre no puede mirar de frente y necesita taparla con muchas
cosas. Es, en definitiva, una desesperada voluntad de poder, de tener o de
placer, lo que esclaviza al hombre. Ídolo es todo aquello que amo con todo mi
corazón y con toda mi mente y fuerzas para ponerlo en mi interior en lugar de
Cristo. San Juan habla de los poderes de este mundo que esclavizan al hombre en
lucha contra Dios (cf 1Jn 2, 15ss)
Voluntad del
Ego de frente a la voluntad de Amar. Doble esclavitud: la de los débiles y la
de los poderosos. El comienzo del Génesis pone en
claro los efectos de la voluntad de poder que levanta al hombre frente a Dios
mismo. Caín usa de su fuerza para matar a su hermano, y Lamec se venga sin
medida (Gn 4,8.23-24); 1a violencia llena la tierra (6, 11). Esa pretensión
lleva al hombre a una doble esclavitud. Los poderosos esclavizan a los débiles;
los mismos poderosos se esclavizan, sometiéndose a poderes malignos, demoníacos:
"Sus propias culpas enredan al malvado y queda cogido en los lazos del
pecado" (Pr 5, 22; cfr. 1 1 , 6). Jeremías declara en nombre de Dios:
“Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para
hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen.” (Jer 2, 13)
El que no busca la libertad, echa la gracia de Dios en saco roto y su corazón
se convierte en “caos y en vacío existencial.” Consecuencia del caos y del
vacío es la “opresión” del hombre por el hombre, se convierte en “lobo para sus
hermanos (Thomas Hobbes) Donde hay opresión la libertad es eliminada, y sin
libertad no hay amor, la persona es convertida en un hilacho humano, un simple
bosquejo de persona (Víktor Frankl) A los hombre se les olvida que todos los
dones vienen de Dios para la propia realización y para la realización de los
demás (cf Rm 13, 1; 1 Pe 2, 13; Jn 19, 11). Se olvidan que todo hombre tiene
dignidad, por lo que debe ser reconocido como persona, aceptado y respetado
incondicionalmente. Qué se debe respetar en todo hombre la imagen de Dios que
se constituye en garante de los derechos de toda persona. Cuando sacamos a Dios
de nuestra vida, las relaciones entre los hombres no son de amor ni de libertad
como tampoco de justicia, sino de fuerza, opresión y dominio. Se le convierte
al hombre en cosa, en un algo, en un instrumento de trabajo y de placer, se le
manipula y luego se le deshecha. La fuerza de estas relaciones se encuentra en
la mentira.
La opresión
del hombre por el miedo: el miedo del hombre, pozo sin fondo que no puede ser realmente llenado. El
miedo al abandono, a encontrarse solo; miedo a la pobreza, miedo a la
enfermedad, miedo al futuro, al fracaso, miedo a la muerte. (Hb 2, 14- 15) El
miedo es un opresor. El miedo engendra inseguridad, celos, envidias que levan
al odio. El oprimido se convierte en opresor, en asesino… y se hace esclavo de
mil cosas que usa para llenar el corazón, y entre más echa, más esclavo se hace.
Pablo ha percibido con seguridad el secreto de toda
existencia que se desarrolla fuera de la fe: radica en el temor, aunque éste
sea enmascarado. A los romanos, a los gálatas y a todos nosotros habla Pablo de
una misma experiencia, que sólo el Espíritu de Dios puede superar: la
experiencia de un espíritu de esclavitud y de temor, síntoma común que conduce
al reconocimiento de una oculta situación de condena (Ga 4, 3; Rm 8,
14-16).
Esa es la
obra del pecado. La situación del hombre pecador está
bloqueada: peca y le vemos entregado a la debilidad de una naturaleza carnal;
se halla sin fuerzas, y se entrega al pecado que le solicita y agrava su
flaqueza. Incesantemente, la Ley hace resonar en sus oídos la sentencia de
muerte. Ningún camino le libra de su condenación. Si avanza, sigue el camino de
toda carne hacia el pecado y la muerte. El mundo entero en el que está
sumergido comparte su pecado (Rm 8, 20) y se cierra sobre él como una cárcel
(Cfr. Ga 3, 22; Rm 11, 32), en la que hacen guardia el Pecado, la Muerte y la
Ley, potencias cósmicas personificadas en el pensamiento dramático de San
Pablo. Tras ellas se perfilan otros poderes, los del Príncipe de este mundo.
El Éxodo es
“salir de esa situación de esclavitud” es don de Dios: Dios ama al hombre,
actúa en su historia, abre un camino de liberación. Ahora
bien, ¿cómo salir de esa situación? Para ello es necesario, en primer
lugar, que el hombre tome conciencia de su verdadera situación. No hay verdadera conversión que no vaya
acompañada del reconocimiento de una situación de pecado. (Jn 16, 8) Ello
es ya obra de la gracia de Dios. En segundo lugar, es preciso que el hombre
renuncie a su voluntad de independencia, que consienta en dejarse guiar por
Dios, en dejarse amar, con otras palabras, que renuncie a lo que constituye el
fondo mismo de su pecado. Sin embargo, el hombre se hace cargo de que esto se
halla fuera de su poder. Es necesario que Dios actúe en el corazón de su propia
historia. Y se abrirá un camino donde no existe: en el mar, en el desierto. En
la muerte. En el corazón de Abraham... que escucha la voz de Dios… sal fuera,,,
y se pone en camino de éxodo, siguiendo el llamado de Dios… para iniciarse en
los camino de Dios… Para recorrer el camino de la fe. (cf Gn 12, 1- 5) Un
camino que no pide recomendaciones ni que aseguren, por escrito y con un sello
de Notario, se pone en camino y basta… por el camino se van a conocer los
caminos de Dios (Is 55, 8) y las maravillas que Dios hace en nuestras vidas.
Por el camino de Jesús muchos leprosos, ciegos y paralíticos fueron sanados (Mc
1, 40; Lc 17, 11; Lc 18, 35ss; Mc 2, 11) Sin el camino de Éxodo no hay
conocimiento de Dios.
El éxodo, un
camino Dios abre en el mar y en el desierto. Un acontecimiento que marca la
liberación de Israel con el que Dios hace alianza y le entrega el “código de la
Ley: El éxodo
es ejemplo de todo lo que Dios quiere hacer en todos nosotros, primero nos
libera para luego hacer alianza con nosotros. Entonces experimenta el pueblo lo que es marchar
con su Dios (Mi 6, 8). Dios mismo se pone al frente para abrir el camino, y
su presencia se sensibiliza de múltiples formas: libertador, amigo, pastor,
legislador, amor… (Ex 13,21-22).El mar no le detiene: "Tú abriste camino
por las aguas, un vado por las aguas caudalosas" (Sal 76, 20). Israel
queda a salvo de su perseguidor, el poderoso Faraón egipcio. Viene luego la
marcha por el desierto (Sal 67, 8) y Dios abre también un camino para su pueblo
y lo sostiene como un hombre sostiene a su hijo; le procura alimento y bebida;
"busca un lugar para acampar" y procura que nada le falte (Dt 1,
30-33). El éxodo marcó el verdadero nacimiento del pueblo de Dios como tal,
como pueblo y como pueblo creyente, y vino a ser el tipo y la prenda de todas
las liberaciones efectuadas por Dios en favor de su pueblo.
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